Me quito un hilo de telaraña de la cara.
Lo he hecho tantas veces como si yo no fuera la araña muerta.
Morir tantas veces en el tiempo y no tener que hacer caso.
Cuántas estrellas lanzamos al cielo
que, aún calientes, nos vuelven a caer encima.
Tantas que ni nos agachamos a recogerlas,
que ni nos damos cuenta de que vivimos lanzando al cielo
las estrellas que conforman nuestro suelo.
Y entre los pilares corre el aire.
No lo llamamos decepción, lo llamamos soledad.
Ana Bartolomé Sesma, Fabiola Sofía Masegosa Gayo
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